
Historia
“La Pediíta”
Correspondió la organización de esta convención a los grupos familiares de Bucaramanga, tomando la iniciativa Beatriz , quien por sus vínculos comerciales y sociales se le facilitó la tarea , toda vez que contó con mejores perspectivas para obtener buen alojamiento a precios que se acomodaran al bolsillo de todos.
Durante las reuniones en familia llovieron las propuestas en aras de obtener beneficios que se incrementaban por ser de época de temporada alta para el turismo. De todo esto debe reconocerse que los almuerzos pro-convención, cada quince días a cargo de alguna de las familias, los bingos, los pinchos bailables, las rifas y el consumo (a costa de cada uno) de algunos tragos, contribuyeron en buena parte a sufragar las erogaciones propias de la preparación (souvenir, disfraces, etc.). La mutual, propuesta en Cali al término de la convención, sirvió a medias pues no todos aceptaron hacer las aportaciones y los que sí lo hicieron no cumplieron fielmente con lo propuesto.
La buena voluntad en una pronta y excelente preparación fue decayendo y lo que se suponía solucionado desde su inicio, fue dilatándose de tal manera hasta darse el fenómeno de la anterior convención, a lo cual se sumó la grave enfermedad de Juan Pinto Amado quien tuvo que ser trasladado en varias ocasiones a la clínica y sometido a delicadas operaciones la última de las cuales, casi ad portas de la partida, hizo pensar a muchos que se tendría que suspender el periplo. Las buenas intervenciones de los galenos, entre ellos Juan Carlos, y la formidable contextura física del enfermo evitaron el aplazamiento y la convención continuó su marcha.
Múltiples ideas fueron presentadas siendo acogidas de entrada, las de los temas musicales inspirados, dirigidos y llevados a feliz término por Gabriel y la del reinado surgida de la totalidad de las mujeres por ser Cartagena la ciudad donde anualmente se cumple el acto que elige a la reina Nacional de la Belleza, propuesta a la que se adicionó cada una de las participantes, la escogencia de su representación y la obligación de elaborar (sin la ayuda de ningún Barraza) los trajes que cada una debía lucir en el desfile de coronación .
El Viaje
Por comodidad, los de Cali lo hicieron en avión directamente hasta Cartagena. La gran mayoría de los que fueron de Bucaramanga, dada la distancia que la separa de la hermosa ciudad amurallada, lo hicieron por tierra en un bus contratado expresamente para tal fin el cual tenía además el compromiso de pasearnos por la ciudad costera y regresarlos a su terruño.
En esta ocasión ya se logró convencer a Alfredo y a su consorte de las bondades del viaje y de las necesidades de la integración familiar, por lo que, con muy buena voluntad y cierto esfuerzo, se unió a la caravana. También formaron parte de la comitiva de Bucaramanga Gustavo Gómez, Lucía de Valdivieso, Alberto Hernández y familia y los ausentes de otras convenciones, Helda María, su retoño Kelly Savieth, Josué y Carlos Fernando quien convenció de asistir a su amigo Sergio, el “tumba locas” del paseo el cual a la postre resultó quitándole el sueño a Jenny; sor Costanza y sus inseparables hermanos Joaquín y Leonor.

Al finalizar la tarde se abordó el bus que habría de conducir a este grupo a la ciudad de Cartagena donde, además de la familia “Caleña”, esperaban al mismo tiempo Gabriela y Guillermo, la pareja inolvidable del paseo por su señorío, camaradería, gentileza, distinción y benevolencia que sedujeron a todos quienes los conocieron a partir de ese momento; el resto del ala femenina de la familia Madrigal integrada por Gilma y sus hijas; Leonor Barón y sus esculturales retoños Rocío y Lucía admiradas especialmente por Carlos Fernando y Gabriel Ricardo, en su orden, al punto que casi toca que rogarles a estos galanes para que retornaran a su terruño.
El Slogan
Los encargados de los suministros del viaje pensaron que habían exagerado al hacer las compras: cuatro cajas de aguardiente “Gran Colombia”, adquirido en el mercado negro a precio muy cómodo, algunos pasabocas (chitos, papitas y agua) pero se quedaron cortos en su apreciación a la inversa, pues esta cantidad astronómica para las mujeres no resistió el viaje que duró toda la noche y buena parte de la mañana siguiente.
En cierta ocasión, mientras Jairo hacía revisar el vehículo en el taller de sus parientes, departía con amigos en una tienda vecina. Uno de ellos, al requerir a la tendera que no faltara licor en esa mesa, usó la expresión “otra pediíta”, la que fue atendida de inmediato con sendas cervezas para los contertulios. Esta singular manera de pedir otra tanda llamó poderosamente la atención de Jairo quién a partir de ese momento la tomó como suya utilizándola con frecuencia y en el viaje a la costa cuando apenas íbamos por El Playón, se institucionalizó dentro del bus y cobró vida sin que hasta la fecha haya dejado de pronunciarse cada que se presenta la ocasión de hacer un convite.

La “pediíta” fue atendida por todos y tuvo sus consecuencias positivas ya que sirvió para mantener activos a los viajeros durante el trayecto, en especial a Gustavo quien como resultado del consumo de bebidas alcohólicas tuvo que hacer detener el vehículo muchas veces, para “cambiarle de agua al canario” (tal parece que este no se le murió cuidando sus dos huevitos), y a la vez para aprovechar la oportunidad de adquirir cerveza como “pasante” del fuerte licor Venezolano. Lucia que “cotorrió” gozándose a todo el mundo y los jóvenes Gabriel Ricardo, Carlos Fernando, Sergio Andrés, Javier e Iván Ernesto, los dos últimos los más resecos de todos, con sus cantos y chistes animaron el recorrido.

La Llegada
La suerte acompañó al grupo. Diferentes circunstancias, una de ellas la violencia terrorista desatada en Medellín, alejó a los turistas extranjeros de Colombia , pudiendo disfrutar de un buen paseo y de un, si no de los mejores, muy buen alojamiento en un hotel de cinco estrellas en donde, luego de acomodarse, se descansó un poco para organizar el recibimiento de los demás convencionistas: Mariela, los Otero, Gabriela y Guillermo, los Manrique Pinto, Juancho y Diana, Jaime y Marcela, las Madrigal (Gilma, Minerva y Sandra); se encaminaron al aeropuerto, extrañamente bautizado coma “Crespo” (posiblemente en memoria al “todo bien” del Pibe Valderrama), siendo el más entusiasta el “catador” oficial de la convención, Gustavo, con original sombrero (hecho de plátano) y echándose un motosito, no se enteró de la llegada sino cuando vió las fotos, varias semanas después.

Esa noche esperaba a los viajeros una grata e inesperada sorpresa a cargo de las “costeñas” Aceros Barón; al término del show musical con que los búcaros pretendían sorprender y agasajar a los “caleños” con melodías como Cartagena Contigo, El Camino de la Vida, Si pasas por San Gil y otras interpretadas por todo el grupo a la luz de la fogata previamente autorizada por la oficina del medio ambiente, nos deleitaron con un grupo típico de la región, y al ritmo de Mapalé combinado con ron y Gran Colombia nos amenizaron esa noche de playa, brisa, arena y mar, mientras Marcela, Jaime, Alfredo y otros contribuían activamente a la “salinización” del mar para beneplácito de la concurrencia.

Pero no todo podía ser satisfacción y complacencia. Todo parece indicar que la resaca del día anterior, la lentitud con que se le atendió a Alfredo una “pediíta”, el cambio de aguardiente a ron, aunado al color de los integrantes del grupo de Mapalé (negritos que le despertaron su racismo), hicieron que Alfredo montara en cólera y luego de una de sus múltiples carreritas al mar, llegó disgustado con todos sus sobrinos a quienes desafió a “ser más machos que él” y como fue poca la atención que despertó, decidió de una, el retiro de toda su prole (incluída la cónyuge que ya había rebasado una copita de más). El infortunio de este Pinto Jiménez en su primera convención fuera de Bucaramanga no terminó ahí, pues casi no puede dormir ya que a Betty se le perdió la cadenita con todo y las llaves del ascensor, sin que exista noticia que informe dónde ocurrió este percance, ni cómo ni dónde, aparecieron posteriormente.
Los Actos Solemnes
Las amarguras y asperezas que dejaron esa primera noche se sanearon al siguiente día con las presentaciones; Alfredo ofreció disculpas a todos, asegurando que ello no volvería a ocurrir a la vez que juraba colgarse, con llave y todo, la cadenita al cuello, para que Betty no la tomara y la volviera a extraviar.
Aun cuando esta convención se distinguió por lo austero de las presentaciones culturales de parte y parte, debe hacerse mención a ellas. La primera fue el acto musical iniciado con el coro interpretando el Himno de Santander. Posteriormente la orquesta integrada por seis grupos de voces bajo la batuta del maestro Gabriel, la cual se constituyó en el éxito musical de la noche, pues nadie esperaba que Alcira, Elsa y Helda María, con sus voces aflautadas, interpretaran al dedillo y con gran fluidez, la dulce y melodiosa voz del violín; ni que Fernando y Alfredo, con la colaboración de Josué, pudieran hacerle al fagot con voz de bajo; ni mucho menos que la trompeta, a cargo de Beatriz, Yolanda, Silvia Inés y Lucía Beatriz, dominara toda la orquesta y pasara a formar parte de la historia familiar, al convertirse en una de las muletillas del pater familia, Juan Pinto, cada que hace alusión a la delicada y costosa operación de las “catara ta ta ta a as … de Yolanda y la compara con la suya propia. Lo cierto fue que Cartagena en pleno, Bocachica, Playa Blanca, las Islas del Rosario y los pequeños islotes que la circundan conocieron, disfrutaron, aplaudieron y algunos, de manera positiva, criticaron la famosa interpretación.
Como algunos parientes y amigos que acompañaron en esta ocasión a los convencionistas, no conocían la totalidad de la familia radicada en esta ciudad ni los lugares donde tienen ubicadas las residencias, el ingenio de los Gómez Pinto, (léase Gabriel y Elsa) creó un video cómico musical con una exhibición de las fachadas de las viviendas (entre otras cosas era lo único de mostrar que había en ellas), y algunas caricaturas y fotomontajes que sirvieron de modelo a las candidatas para escoger el atuendo del reinado, incluidos los trajes de coronación.
El video registró las aspiraciones de singulares candidatas como la papelera (Matilde); la del reciclaje (Elsa); la láctea (Beatriz); la carietón (Maria Gisela); la del tamal (Lucia Beatriz); la de la coca (Gabriela); la del costo de la vida (Lucía); la del barro (Helda María); la del congreso (Alcira); la granulada (Silvia Inés); la hídrica (Lina María); la de los recursos minerales (Sofia Cristina); la de la pina (María Angelica); la de las veredas (Elsa Liliana) y la anticonceptiva (Yolanda). El programa estuvo engalanado con la presencia de la reina madre (Helda) y la colaboración de sus edecanes (Gabriel Ricardo y Juan Carlos) al mando del popular “Guillo”.

No menos exitosa, fue la parodia que de tales presentaciones hicieron los “Caleños”, quienes movidos seguramente, por el ambiente de fiesta y regocijo que despierta un viaje a la Costa , olvidaron que por tradición o costumbre, había que hacer algún aporte intelectual a la congregación (tómese coma crítica constructiva).
La nota juvenil estuvo a cargo de Sofia Cristina, Carlos Fernando, Sergio Andrés y Juan David quienes haciendo gala de sus habilidades para la danza y las contorsiones, deleitaron a la concurrencia interpretando un jazz como preámbulo a la gran noche de farra; con amanecida los jóvenes vieron la luz del nuevo día y de allí surgieron fugaces noviazgos y vagas ilusiones.

Sitios históricos y turísticos, como cualquier tour que se respete, recorrió la totalidad del grupo entre chascarrillos, tragos y amigables mofas; el paseo en “Chiva”, cortesía de Gabriela y Guillermo, por el Castillo de San Felipe, el parque del reloj, la visita al parque de los ”Matildes”, perdón, de “Los Leones”, y la subida al cerro de la Popa, lugar donde la “pediíta” ya estaba haciendo de las suyas (especialmente entre quienes no bebían) Fernando (el abstemio del grupo), confundió a uno de sus consanguíneos con alguno de los pelafustanes que se colgaron a la buseta y tras una carrerita de algo más de cincuenta metros, le pego a Alfredo una patada en el trasero que casi lo margina del resto de la convención. Como moraleja de este incidente debe decirse que unos son los que beben y otros los que se emborrachan (y eso que es A.A.).
Gratos recuerdos dejó en todos los convencionistas la mañana de convivencia, ya que las desavenencias surgidas entre los Pinto Jiménez fueron totalmente clarificados y superados, reinando nuevamente la paz, la concordia y la integración entre la familia como era de esperarse. Es placentero hacer mención al especialísimo detalle de Juan Carlos y Adriana, quienes callada y ladinamente revolcaron los baúles de los recuerdos de los Pinto y Jiménez encontrando una vetusta pero preciosa fotografía de dos parejas (Juan y María Magdalena y Segundo y Rosa) que datan de su matrimonio el veintidós de julio de mil novecientos treinta y siete. Y tomando copia de la pareja Pinto Jiménez, hicieron entrega a cada uno de sus hijos; con las porcelanas de Elsa y Silvia Inés se formalizaron los “souvenirs”.

La terapia planteada por los Manrique Pinto unió aún más los núcleos familiares, dándoles fortaleza y estos , al unísono, se comprometieron a reunirse con cierta periodicidad (no hay evidencias de que se haya cumplido la promesa), iniciando el retorno con la tranquilidad, la paz y la confianza que suministran esta dase de reuniones, en espera de la próxima en el Departamento de Antioquia con sede en la bella población de LA CEJA (muchos no la conocen pero saben que así es). Allí el grupo en su totalidad y muchas personas más esperan rememorar esos seis años pasados pero nunca olvidados.
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