Por: Diana Madrigal
En el año 1990 en una hermosa ciudad llamada Santiago de Cali, vivía una niña muy pobre, demasiado joven para ser madre y ya muy grande para jugar a las muñecas. Por razones que desconocemos quedó esperando un bebé. Durante el transcurso de su embarazo le asaltaban grandes preocupaciones que no la dejaban tener paz. Con qué sostendría a su hijo, si ella y sus padres eran demasiado pobres? Deseaba darle todas las oportunidades a que un niño tiene derecho, pero ni siquiera tenía un hogar para ofrecerle, ni un padre que le brindara todo el cariño y el respaldo. Cómo traerlo al mundo para que sufriera tanto como ella o aún más? Qué tenía para ofrecerle si su vida había sido un continuo sufrimiento y en su interior había un gran faltante de amor y felicidad?
Seguramente por su mente pasó la idea de no traerlo al mundo, pero acaso quién era ella Dios para disponer quién vivía y quién no? El mundo no podía ser todo malo y en alguna parte de él debía existir algo bueno y felicidad, y ella le daría a su hijo la oportunidad de vivir y de hallarla.
Pero al otro lado de la ciudad existía una situación totalmente contraria. Vivía un matrimonio al cual Dios había concedido todos los deseos de sus corazones: Salud, amor, trabajo, bienestar económico y hasta los detalles más mínimos. Solo había algo que faltaba que El les concediera: Un hijo.
Oraban con toda la fe y esperanza que podían tener, clamando por su hijo. Hasta fueron a Tierra Santa creyendo en la promesa del Señor que a todos los de lejana tierra que fueren y oraren, El escucharía y respondería. Pero los años pasaban y la pareja no concebía el hijo tan anhelado. Si Dios les había hecho la promesa que tendrían su hijo, por qué este no llegaba? Se preguntaban.
Eran conscientes del inmenso amor que Dios les tenía a ellos y El era un padre bueno que sabía dar buenas dádivas a sus hijos. Pero un momento! Qué clase de hijos eran para El? Eran hijos adoptivos, ya que Dios los había adoptado por medio de Jesús. Era entonces la adopción una alternativa para ser padres?
Después de esta revelación oraron para que Dios les confirmara si era su deseo y voluntad. Aunque al principio sintieron miedo, preocupación, angustia, a través de la oración estos sentimientos se convirtieron en paz, alegría y esperanza.
Así acercaron a la sección de adopciones de una institución del gobierno llamada Bienestar Familiar y solicitaron información al respecto. Les atendieron muy bien y empezaron una serie de entrevistas las cuales tenían como objetivo afianzar la decisión de adopción, resolver interrogantes y hasta descubrir en ellos mismos sus sentimientos.
Una cosa que les impactó fue saber que tanto el bebé como las parejas solicitantes tenían un gran faltante, el primero necesitaba unos padres y los segundos necesitaban un hijo. Ambas partes se complementarían. Otra cosa bonita que aprendieron era que la adopción no era una obra de caridad. Era un privilegio, un regalo, y una necesidad de experimentar la paternidad, de dar amor, educación, disciplina, ejemplo. Dar todo de sí.
Pero no solo esta pareja se preparaba para recibir un hijo. Recordemos la niña del otro lado de la ciudad. Angustiada y temerosa también solicitó ayuda de la misma institución que los esposos Pinto. En ella se dio cuenta de la cantidad de parejas que deseaban darle amor y cuidado a bebés aún que no habían sido concebidos por ellos.
Sintió una tristeza muy profunda por tener que desprenderse de su bebé, pero en su mente solo había una imagen. Un bebé rodeado de todas las comodidades, pero eso no era lo más importante, el bebé tendría unos padres llenos de amor y un buen ejemplo a seguir.
Mientras tanto, los esposos Pinto añoraban el día en que recibieran a su bebita. Cada entrevista con Bienestar Familiar era como si pasara un mes de gestación. Oraban a Dios fervientemente para que El mismo escogiera su bebita, para que fuera formando cada una de las partecitas de su cuerpito.
Al llegar de su viaje de inmediato se pusieron en contacto con el Instituto y allí les dieron la gran sorpresa que en unos cuantos días tendrían a la niña con ellos. Qué alegría tan grande y qué angustia. Su cunita adornada con un bello tendido blanco y rosado y su toldillo, la esperaba al lado de la cama de los esposos Pinto. Ellos pasaban largas horas observando la cunita, se abrazaban e imaginaban cómo sería su bebita. Cómo la amaban aún sin conocerla!
A su ropita la señora Pinto revisaba todos los días. Ya sus teteros y todo lo demás estaba listo para recibirla. Qué semana tan larga! La señora Pinto, al ver que pasaban los días, se empezó a deprimir, a angustiar y a desesperar. Anhelaba tanto tener a su bebé entre sus brazos. Sabía que ya existía, pero le desesperaba el no saber quién la tenía, cómo estaba y aún cómo era. En lo más profundo de ser deseaba que la niña tuviera unos grandes ojos negros y pestañas largas y crespas como las de ella. Pero cuando le venía ese pensamiento ella lo rechazaba porque qué pensaría Dios? Que ella era una vanidosa! Fuese la niña como fuese, ellos la aceptarían.
Por fin llegó el día tan anhelado, 26 de julio de 1990. A las 12:30 pm los llamaron del Instituto de Bienestar Familiar para darles la gran noticia. Su hijita sería entregada esa misma tarde! Casi se vuelven locos de alegría. Llamaron a los abuelos maternos para darles la noticia, los cuales de inmediato emprendieron el viaje desde Buga para festejar con ellos su alegría. Hubo hasta quien sirviera de fotógrafo y camarógrafo porque tal acontecimiento debía quedar registrado para la historia!
Al llegar y entrar los esposos Pinto a la institución, inmediatamente escucharon el llanto de un bebé. La señora Pinto sintió cómo su corazón daba un salto y de inmediato supo que era su bebé!
No pudo resistir tanta angustia y rompió a llorar. No podía contener las lágrimas. Ni siquiera podía hablar. Había un nudo en su garganta que la ahogaba. Las trabajadoras sociales los hicieron pasar a una de las oficinas y después que se sentaron, una de ellas trajo la bebita.
La dejó en sus brazos. Ella solo podía abrazarla, besarla y seguir llorando. El esposo con lágrimas en los ojos las abrazaba a las dos mientras en la puerta se encontraban los abuelos también llorando de la emoción.
La niña tenía cuatro meses. Vestía un pijama rosadito y era linda. Tenía unos enormes ojos negros, pestañas largas y crespas y unas enormes cejas. No podían creer el parecido que tenía con la señora Pinto.
Cuando ya estaban en casa festejando la bienvenida de Ana María con algunos familiares que habían llegado para conocerla, la señora Pinto tuvo una de las experiencias más lindas con Jesús. Entraba de prisa a uno de los cuartos para sacar algo cuando de pronto sintió la presencia de alguien. Se detuvo y de inmediato supo que era Jesús. Cómo lo supo? No podría explicarlo, pero sabía que era El.
Fue una sensación y un sentimiento que se arraigó en lo más profundo de su ser, la mirada amorosa y tierna de Jesús con una sonrisa cálida y supo lo que quería decirle. Que El era bueno. Le preguntaba por qué había sentido pena o miedo al pedirle cómo deseaba que fuera su hija. Por qué dudó? Acaso había algo imposible para El? Una vez más les demostraba su inmenso amor. Ana María había sido escogida por El para ellos. Qué conmovida estaba ella y qué poco lo conocía.
Después supieron que la niña había llegado a la institución desde los primeros días de su nacimiento y había estado al cuidado de una familia que la quería mucho. A pesar de haber tantas solicitudes de adopción a ella no la habían entregado. En la sección que atendía a los esposos Pinto había decidido darles en adopción una niña de dos meses de nacida. Pero ese mismo día que tomaban la decisión llegó transferida una hermosa niña de grandes ojos, llena de alegría y salud. Cuando la conocieron vieron en ella el rostro de la señora Pinto. Qué enorme parecido tenía con ella. Sin vacilar hicieron los cambios respectivos y esa sería la hijita de los Pinto.
Solo hay una razón para que a la bebita no la hubieran adoptado antes. Era escogida, apartada, seleccionada por la mirada de Dios y esperó que fuera el tiempo de El para entregarla a los esposos Pinto. Gloria a Dios!
A los diez meses de estar Ana María en su nuevo hogar, los esposos Pinto comprendieron la realidad y el propósito de Dios al no concederles hijos biológicos. El todo lo creó en forma perfecta y equilibrada. Existe gran cantidad de parejas con dificultad para engendrar hijos, pero al mismo tiempo existe multitud de niños sin padres. La adopción es una maravillosa opción que Dios brinda. Solo que muchos no la toman porque sus corazones egoístas y orgullosos se lo impiden.
Definitivamente la adopción es para parejas especiales, muy especiales para Dios, y los esposos Pinto, así se sentían muy dentro de su corazón.
Por lo que no se cansarán de darle gracias por tan maravilloso privilegio que El les ha permitido tener: Ser Padres Adoptivos!!!